jueves, 21 de agosto de 2014

Cabellos de Arcángel

Mezclar pulpa de calabaza con azúcar y cocinarla hasta conseguir una confitura  pude hacerlo cualquiera. Si cocinar es preparar platos con manual de instrucciones -solo con manual de instrucciones- es de alcance universal, pues lo haga quien lo haga, si lo sigue, saldrá del apuro. Por lo pronto muchas veces da la impresión que se ha cocinado así, o sea, sin más ni menos que con manual de instrucciones. Para mí es completamente diferente, cocinar es una pasión que surge de un necesidad de encontrar la belleza y de producir una sensación perfecta en los sentidos de quien degusta, y en los propios.
Tengo en mi cocina estos días a un muchacho que está aprendiendo conmigo el arte de los fogones. Por iniciativa propia me pidió que le enseñase el arte y me dispuse a hacerlo con la tenacidad de jefe de cocina y con la voluntad de profesor.
Me está dando muchas satisfacciones el joven, que se está mostrando en la cocina dinámico, buen aprendiz, y sobre todo, muy motivado. Mientras cocinamos escuchamos música, y me sorprendió ver que sus gustos musicales pasan también por composiciones orquestales y operísticas de Mozart. No me resulta fácil transmitir la inspiración y la voluntad necesaria a la melodía de los aromas y a la excelencia de la cocina, a un jovencito que, como muchos otros, pasa gran parte del día padeciendo el secuestro de sus posiblidades en un entorno de supuestos amigos, sus malos ejemplos, y entre peores docentes -más diletantes que sabios y más confundidos que lúcidos- a juzgar por los resultados, desde luego, pues nadie puede rebajar mi afirmación de fracaso de hecho a opinión o supuesto del mismo.  Un drama que pasará una factura impagable a un país, el nuestro, hambriento de esperanza y harto de incertidumbre.

No es frecuente, por tanto, lo que Óscar hace en los fogones. No es la cocina dulce mi mayor especialidad, ni pretendo hacer de pastelero -que no lo soy- pero hoy no obstante, y gracias a  la inspiración, al buen trasiego y a las cucurbitas, preparamos una confitura  que nos ha quedado redonda. Las fibras sutiles de las calabazas, se han caramelizado y dorado mediante  los azúcares y el calor, en un proceso de cuatro horas de cocción lenta, en la marmita de hierro colado, con las notas de la Flauta Mágica, canela, algunos secretos, y clavo de olor.
Ya no es la fragancia, ni la textura, ni el color lo que está bien, es la armonía, la compensación, la belleza que expresa, que como en un poema cuyas palabras fuesen aromas y su rima tuviese sabor, nos deleitan, dándonos  felicidad y placer sensorial gracias al dulzor y a la sutil textura que no empalaga.
Es un mérito haber conseguido esta preparación para el muchacho y para mí. Para él supone un logro, una consecución que le demuestra su valía y la capacidad para alcanzar lo que se proponga, mediante el esfuerzo y las buenas compañías. Para mí, la constatación de mi idea de enseñanza, y de mi arte de cocinar.
Dejaremos que este dulce fluya por nuestro paladar como la música por nuestra alma, de hombres, de artistas.
Decidimos buscar otro nombre a nuestro Cabello de Ángel, por ejemplo, Cabellos de Arcángel que bien pudiera ser que así fuese, pues ya se conoce que en los Cielos, como en todo, hay jerarquías, y no es lo mismo un Querubín, que un Serafín, ni un Trono que una Potestad. Tampoco, estoy seguro, una confitura que nuestra confitura.

1 comentario:

Colores y formas

Gracián aseveró que según el color la forma cambia, o si se quiere que esta depende de aquel, pues según se mire se verá. No es mi deseo aho...