jueves, 17 de julio de 2014

Et sic res rata fiat


A partir de la frase en latín del título, explicaba Joaquín Mollfulleda, el origen de la palabra Ratafía, que es un licor macerado tonificante, a base de hierbas y espíritu de vino. Joaquín entendía de licores, fabricaba el licor Calisay que es muy reputado y que se hacía en Arenys. Sería según esta historia, un acuerdo entre obispos el que daría origen a tan singular apelación al haber acordardo
-rata fiat- encontrar un sustantivo oportuno para un elixir macerado que se les sirvió después de un  fraternal ágape celebrado en el punto de encuentro entre sus obispados, cuyo topónimo es La Taula dels Tres Bisbes -en catalán- que es en castellano, La Mesa de los Tres Obispos, que se sitúa equidistante, entre los territorios de los obispados de Barcelona, Gerona y Vic  al que solían acudir para tratar los problemas comunes. Interrogado el sirviente por sus ilustrísímas por el nombre propio de la bebida, les afirmó consternado, que carecía de él, a pesar de habérselo infortunadamente buscado. Los monseñores decidieron encontrárselo, y para ello,  plocamaron solemnes: et sic rata fiat, que quiere decir: y así queda acordado. Parece que la intención vino a dar el nombre en román paladino, que desde entonces, define al licor, o sea, que la voluntad se hizo substancia: Ratafía, cuya etimología bien valió estas líneas.

Hoy hemos hablado de cocina, de plantas, de licores y de la Revolución francesa, que es un tema de interés que bien conocido protege de los malos pasos de Rousseau y de la guillotina y sus huestes, a quienes no tengo en estima y cuyos desasosiegos y trampas pueden prender al hombre no precavido o incauto. A los que sí tengo en estima es a mis compañeros, a la perrita Iloha des terriers du marsan, que siempre es buena compañía, y a los monjes que inventaron tantos licores, los alcoholatos y muchas cosas más. Hay algo de conventual en todo buen vino, licor o elixir. La buena realización de un espíritu, de hombre o de vino, debe detener el tiempo, acertar en los ingredientes y exaltar a la Providencia. Debe detener el tiempo, para que la tradición sea la que confiera gratitud y complejidad a lo que de otro modo sería pasajero y liviano, a los alcoholes y a los jóvenes les conviene la paciencia, la tradición y el arte, y para ello el tiempo no cuenta, mejor descuenta, en el sentido que los tiempos adecuados se miden aquí en novenas, lunas y cuarentenas, sin prisas, sin horas; acertar en los ingredientes es cuestión de criterio, pero más de sapiencia objetiva -o sea de ciencia- que de pareceres, pues mal se resuelve la ignorancia cuando se debate entre la duda, la congestión y el titubeo. Saber es mejor que ignorar, y para una buena realización es menester bien saber; la Providencia, conventualmente exaltada, es la cumbre de la gratitud del hombre ante lo universal, y como no, ante lo particular, y al caso frente a las hierbas y al espíritu.

Encontramos hoy en el monte, orégano silvestre, nueces verdes, magnolias en flor y una florecilla herbácea umbelíforme blanca cuyo nombre he olvidado y que sirve para la hipertensión. Una culebra tomaba el sol en el camino, y avivó el recuerdo del paraíso perdido que soñado o creído todos añoramos no tener; se enfadó mucho ante mi intento -bien intencionado- de tocarla, pues ya se sabe: el cariño lo hace el roce, pero me di cuenta que son demasiados encuentros violentos entre los suyos y los míos como para tener ahora confianza mútua de ninguna clase, así que  ella silvó fuerte, se enroscó, y yo la dejé en paz. Los galopes de unos caballos al trote que se acercaban le dieron tiempo a seguir su camino por la pendiente y, sin dilación, aprovechando mi falta de atención, desapareció. Cosas de ofidios.

De la Ratafia hecha daremos cuenta en esta bitácora, pues pronto la elaboraremos, en actitud conventual casi, o sea, habiendo practicado la abstinencia, libres de pecado sin confesar y dando gracias al Cielo, que de otro modo no sale exquisito aquello que se mezcla con espíritu de vino y dulce, como debe ser.

3 comentarios:

  1. ¡Que historias tan bonitas cuenta, David, " La mesa de los tres obispos"!, pareciera el título para una novela basada en esta historia que nos cuenta del licor, me estoy imaginando una novela al estilo Umberto Eco que tanto me gusta, con sus misterios.


    ¡Que contraposición tan mágica!: Entre el infortunio de encontrar nombre al licor por parte del sirviente y la decisión de ponerselo por parte de los monseñores con tanta seguridad. " Y así queda acordado", toda una contundencia de decisión, a veces en la vida deberiamos tener esa seguridad en los planteamientos que se nos aproxima, dudamos tanto.



    Una preciosidad: " que la intención se hizo substancia: Ratafía, cuya etimología bien valió estas líneas", sí que ha valido la pena estas líneas tuyas, David, entusiasman, deberías escribir algún libro, algunas historias, tienes muchas que contar, y lo haces dinámicamente y magistral.

    A veces me gustaría que nuestras buenas intenciones se conviertieran realidad, porque la intención o idea se tiene, lo dificil es llevarlo a la práctica, no es tan fácil como muchos dicen.

    Muy valioso: " y cuyos desasosiegos y trampas pueden prender al hombre no precavido o incauto.", ¿ serán incautas las personas que demuestran tener sensibilidad a las claras?, me pregunto.


    De los conventos se puede aprender mucho, ¿ no estaran las personas mirando a los conventos de nuevo y a sus enseñanzas?.


    Magistralmente bellísimo: " La buena realización de un espíritu, de hombre o de vino, debe detener el tiempo, acertar en los ingredientes y exaltar a la Providencia.", estás muy acertado en ello, dicen que Vicente Ferrer siempre tenía la palabra Providencia en su boca, siempre.


    Buenos consejos: detener el tiempo para obtener paciencia, gratitud, complejidad, no es conveniente titubear tanto, pero la paciencia y serenidad te la da el tiempo, porque si hemos sido inquietos...te la da el tiempo. Mejor saber que ignorar, por supuesto o al menos preguntar, cosa que no hacen la gente tan siquiera.


    Sigo en otra parte, David.

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  2. Segunda parte.


    Magistral: " la Providencia, conventualmente exaltada, es la cumbre de la gratitud del hombre ante lo universal, y como no, ante lo particular, y al caso frente a las hierbas y al espíritu".


    Leyendo las flores, me llega hasta el frescor de sus olores. Siempre perdemos paraísos, lo importante los paraísos que encontramos y con los que nos quedamos en realidad.


    Espero que les salgan bien el elixir conventual.


    Me ha encantado el artículo.


    https://www.youtube.com/watch?v=cFt4wLK9nOk


    Saludos Cordiales. Teresa.

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